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¿Se puede revivir a los muertos? Descubre la historia de Robert Cornish, el científico que lo logró

Descubre la historia de este biólogo estadounidense que se sentía enormemente atraído por la idea de resucitar a convictos y perros.

¿Crees que la podría ser obra solo de un suceso paranormal? Pues no. Al menos eso fue lo que demostró el científico Robert Cornish, quien tenía un proyecto de vida en mente: volver a la vida a los muertos. Creía que, por medio de la ciencia, podía devolverle la vida a quienes la perdían. Bajo esa sorprendente premisa decidió empezar realizando experimentos con perros.

Todo ocurrió en la década de los años 30, en Estados Unidos. Época en que existía una muy fuerte doble moral, sobre todo en los países desarrollados donde temáticas como el aborto, el divorcio, el abuso sexual y la homosexualidad seguían siendo temas muy tabú entre la sociedad de alcurnia.

Sin embargo, la experimentación de todo tipo era aceptada y fuertemente valorada por la comunidad científica del momento. De ahí nacen los primeros estudios de Cornish, quien comenzó con cinco caninos a los nombró como "Lázaro", en honor al personaje de la Biblia que yacía muerto por cuatro días, pero que resucitó gracias a Jesús.

Según testimonios de gente contemporánea a estos actos experimentales, afirmaron que a los perros que sacrificaba les inyectaba coagulantes y estimulantes, logrando solo que algunos canes resucitarán y llegaran a sobrevivir meses, aunque con severos daños cerebrales y motrices.

Este era el método de Robert Cornish para revivir a los muertos 

Robert pensó en un sistema bastante llamativo para pasar de la muerte a la vida en pocos minutos: fijar el cadáver de un individuo o animal, fallecido recientemente y sin lesiones físicas, a una sube y baja (juego típico infantil). 

Una vez instalado el cuerpo inerte, el científico comenzaba a mover el instrumento de arriba a abajo, para que la sangre circulase de nuevo, y por lo tanto se reactivarán las funciones cerebrales y cardíacas.

Hay que recordar que los primeros experimentos con seres humanos, fueron con personas ahogadas y a las que les habían dado infartos, pero lo resultados no tuvieron mucho éxito, si bien Cornish aseguraba que les volvía el color en sus los pálidos rostros y que incluso había detectado alguna señal de pulso, en la praxis no hubo ninguna certeza que realmente estos humanos volvieran a la vida.

La resurrección de un preso

El siguiente paso era aplicar su teoría con presos condenados a muerte. Thomas H. McMonigle, fue un condenado por abuso y homicidio de menores, que se ofreció voluntariamente para los experimentos.

El sujeto ya tenía fecha para su condena a muerte, pero quería que después de la ejecución el biólogo hiciera lo posible por devolverlo a la vida.

Contento y esperanzado por esta oportunidad, Cornish solicitó a las autoridades penitenciarias que le otorgaran el permiso para manipular el cuerpo del criminal una vez fuera sometido a la cámara de gas. Pero no fue así.

Según los reportes, no se le otorgó el permiso porque se creía que el preso podría revivir y ser libre, porque ya habría cumplido su condena a muerte. Este hecho, más su constante frustración por no lograr su objetivo, fue tornando al hombre un poco psicótico.

Pese a todos los años y los innumerables intentos que realizó, finalmente este ya no tan joven científico no logró comprobar por completo su hipótesis. Dedicó sus últimos años de vida a vender pasta dental, y sufrió de ciertos rasgos esquizofrénicos, pues decía que siempre lo seguían voces y ladridos de perro, que probablemente eran todos los "lázaro" que asesinó.

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