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"Noche de fuego": esta es la película que podría representar a México en los premios Oscar

"Noche de fuego" es el tercer largometraje de Tatiana Huezo pero el primero de ficción en su carrera como directora. Seleccionada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas para representar a México en la edición 94 de los premios Óscar, la película pasó a la segunda ronda para la conformación de la terna de mejor película internacional de dichos premios.

El filme, situado en la zona montañosa de los Altos de Jalisco, sigue la línea del documental "Tempestad" (2016), el trabajo anterior de Tatiana Huezo, en su acercamiento a la violencia ejercida contra las mujeres con la misma sutileza y la misma fuerza evocativa, con la misma capacidad de hacer evidente el horror desde la cotidianidad que a veces parece espacio de alivio.

La directora méxico-salvadoreña no muestra situaciones de violencia explícita, ni nada medianamente parecido a las series o películas sobre narcos, pero sus personajes logran transmitir el horror que ha entrado hasta su casa a partir de los contrastes en los aparentes espacios de normalidad que no han sido invadidos por el crimen organizado que controla la vida en estos poblados.

Con diálogos sucintos y situaciones enternecedoras propias de la vida diaria de niñas y adolescentes, Huezo consigue transportar al espectador a un terreno donde la tranquilidad pende de un hilo y donde todos, incluso la propia seguridad del Estado, están a merced de los violentos cárteles.

De qué va la historia 

"Noche de fuego", que puede verse en Netflix, sigue a Ana, Paulina y María, tres amigas que viven el proceso de paso de la niñez a la adolescencia en un poblado en las montañas de Jalisco, México. Desde el principio, en aquella primera escena en la que la niña Ana (Ana Cristina Ordóñez) cava con su madre Rita (Mayra Batalla) un hoyo en el patio, en el que luego se mete para ver si cabe, es evidente que algo no está bien.

Junto con Paulina (Camila Gaal) y María (Blanca Itzel Pérez), Ana va a la escuela y se divierte, incluso con Margarito, el hermano de María, quien le tira una botella de leche que ella tiene que ir a rellenar con una vecina. Ahí, las cosas cambian: la vecina llora, Ana la ve por un rellano aparentemente cubierta de sangre; la señora le pide que se vaya. Entonces, las madres de Ana y Paulina les cortan el pelo, argumentando piojos, pero no es más que una manera de defensa: negar su género para tratar de volverlas invisibles a los ojos de los cárteles y su afán de arrebato.

Unos pocos años después, Ana (Marya Membreño), Paulina (Alejandra Camacho) y María (Giselle Barrera Sánchez) siguen su amistad ahora en sus inicios de la adolescencia. Entre el candor y la ternura, el amor platónico con el maestro (Memo Villegas), el enamoramiento y las primeras fiestas, la rebeldía y, sobre todo, los vínculos de amistad que hermanan, su mundo se desdibuja a partir de la noche de fuego del título.

Prayers for the Stolen

Tatiana Huezo basó "Noche de fuego" en la novela "Prayers for the Stolen" de Jennifer Clement, escritora estadounidense afincada en México.

En una entrevista con el portal Sensacine, la también autora de "Ladydi" dijo: "Como escritora, mi reto fue retratar algo tan doloroso como el tráfico de niñas de una forma soportable. Pero a pesar del doloroso contexto que rodea a estas comunidades, tenía que mostrarle al mundo el encanto de estas chicas. Lo hice con poesía, entré a ese universo a través del lenguaje de las miradas, de los silencios".

Ese lenguaje de miradas y silencios fue trasladado puntualmente por la cineasta Tatiana Huezo. Con una sobria fotografía de Dariela Ludlow ("Las niñas bien", 2018; "Los adioses", 2017), que muestra la belleza de los nublados paisajes boscosos que enmarcan los andares de Ana, María y Paula, la cinta jamás se regodea en la violencia. Aunque haya pasajes violentos cuya fuerza narrativa está más en lo que no se ve y lo que se oye, lo poderoso del relato está en las emotivas sutilezas que provocan la reflexión.

Ahí, el trabajo conjunto de Ludlow y Huezo es funcional de principio a fin. Sin artilugios esteticistas, la narrativa funciona por su bien cuidada iluminación, por el uso contenido de la steady-cam, por la belleza de los planos sostenidos, el uso de la profundidad de campo y, además, por la fuerza dramática del plano subjetivo utilizado con economía y sutileza.

La violencia 

Si algo hay que rescatar de “Noche de fuego” es la habilidad de Huezo para centrarse en el punto de vista de sus protagonistas, especialmente el de Ana. Sin necesariamente hacerlo con una steady que la siga todo el tiempo, y sin abusar de la cámara subjetiva, la cineasta consigue que, junto a ella, el espectador vaya comprendiendo la realidad que la circunda.

Ana, como niña y adolescente, es incapaz de entender totalmente la violencia que la acecha. Como al espectador, la información le cae a cuentagotas y sus preguntas no se contestan. La situación se infiere y se acentúa con pequeños elementos (la caminata nocturna después del rodeo, la mirada vigilante a las camionetas que bajan y suben por la montaña a gran velocidad, las carreras al escondite) hasta que se llega al clímax con la improvisada campana de la escuela sonando y el pueblo entero en llamas.

Como toda adolescente rebelde, Ana ha querido hacer las cosas a su modo pero de repente todo le queda claro sin que nadie le haya explicado nada. Su inocencia ha quedado entre las llamas, en la pérdida, en la decepción. Ha tenido que madurar en una sola noche porque lo que sigue es la sobrevivencia.

Premios

"Noche de fuego" podría quedar en la terna final del premio a mejor película internacional de los Oscar 2022. Aunque todavía no es un hecho, hay reconocimientos que respaldan a la primer película de ficción de Tatiana Huezo, como la mención especial que obtuvo en la sección Una cierta mirada del pasado Festival de Cannes.

También fue reconocida con el premio Horizontes del Festival de Cine de San Sebastián y con el de mejor largometraje mexicano del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (conocido como GIFF por su rimbombante nombre en inglés).

México en la categoría de película extranjera

En la ceremonia de 1961, el cine mexicano fue considerado por primera vez en la categoría de mejor película extranjera, tal y como se denominaba entonces: "Macario" (1960), la excelsa historia sobre la muerte dirigida por Roberto Gavaldón, fue nominada.

En las dos ediciones siguientes también hubo cintas mexicanas en la terna: “Ánimas Trujano” (1961), de Ismael Rodríguez, y “Tlayucan” (1962), de Luis Alcoriza. En 1976, la coproducción “Actas de Marusia”, historia trágica sobre mineros en Chile, del cineasta chileno Miguel Littin, estuvo entre las nominadas.

En este siglo, con el auge que ha tenido el cine mexicano en Hollywood, ha habido otras competidoras: en la edición de 2001 fue nominada “Amores perros” (1999), de Alejandro González Iñárritu; en la de 2003, “El crimen del padre Amaro” (2002), de Carlos Carrera; en la de 2007, “El laberinto del fauno” (2006), de Guillermo del Toro, y en la de 2011, “Biutiful” (2010), de Alejandro González Iñárritu (estas dos últimas, coproducciones multinacionales).

En la edición de 2019, cuando la terna cambió nominalmente a internacional, “Roma” (2018), de Alfonso Cuarón, se alzó con el Oscar.

Ve aquí el tráiler de "Noche de fuego":

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